Uno de cada cuatro profesores ha sido víctima de actos de violencia psicológica o física en las aulas.

Es la otra cara de la moneda del mobbing escolar -también denominado "bullying" (del inglés matonismo)-, la que no afecta a los alumnos sino a los profesionales de la enseñanza. Uno de cada cuatro profesores de Primaria o Secundaria ha sido víctima de actos de violencia psicológica o física en los centros escolares, lo que en el caso de Málaga eleva la cifra a más de 4.000 docentes, de los 18.500 que imparten clases en las aulas de la provincia.

Así se desprende de los informes Cisneros, que abordan la violencia en las aulas. Las agresiones no proceden únicamente de los alumnos, son los familiares en muchos casos los que se enfrentan a los profesores.

Así ocurrió en dos de los casos ocurridos en la capital que mayor repercusión han tenido en los últimos días, como son la paliza que recibió el director del Instituto Torre del Prado de Campanillas, presuntamente por parte del hermano de un estudiante. Y el de la docente del Colegio Manuel Altolaguirre, que denunció el supuesto ataque de la madre de un escolar tras separarlo en una pelea con otro menor.

El hostigamiento verbal (60 por ciento), la intimidación (15 por ciento), las agresiones o robos (11 por ciento) y las amenazas físicas (9 por ciento) se ceban con el profesorado, como si hubieran perdido su antiguo y tradicional aura de respeto y autoridad. La comunidad docente tiene claros los responsables de la situación: los padres, la violencia social, la crisis de valores y la falta de disciplina, por este orden.

Para los especialistas Iñaki Piñuel y Araceli Oñate, autores del libro Mobbing escolar, la mayoría de los docentes refieren una creciente impotencia ante niños y adolescentes que, de manera general, son cada vez más violentos en sus manifestaciones hacia sus iguales y hacia sus propios profesores.

Según estos expertos, son muy numerosos los profesores que, atados de pies y manos por la proverbial máxima del prohibido prohibir, se ven impotentes e incapaces de mantener ninguna disciplina, lo que genera situaciones de tensión para este sector profesional. Casi la mitad de los docentes (48 por ciento) sufre riesgos psicosociales: mobbing, burn-out (quemados por su trabajo) o un nivel grave de estrés laboral.

El deterioro de su salud psíquica es proporcional al tiempo que los docentes llevan trabajando, de manera que los de más edad son los que más sufren sus temidas consecuencias. Asimismo, el riesgo psicosocial es mayor entre los profesores de la ESO y del Bachillerato (esto es, entre los que atienden a una población adolescente), y se reduce en los ciclos inferiores.

La legión de profesores damnificados se encuentra cada vez más frente a un tipo de padres y madres que forman parte esencial del problema. Simplemente no están dispuestos a tolerar que se imponga a sus hijos la más mínima restricción o límite que marque, mantenga o garantice el orden o la disciplina en clase, señalan Piñuel y Oñate.

 

05/11/2007 - Terra Actualidad

 

 

 

 

 

 

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